lunes, 15 de septiembre de 2008

El Triunfo de Marx (Parte 3)

La Revolución Cultural no es un hecho social concreto, que lo fue en la Gran Revolución Cultural Proletaria China de 1966-69, sino un proceso de transformación social que abarca un periodo histórico de la humanidad, el de la superación de las sociedades de clase, de las contradicciones entre campo y ciudad, contradicciones entre sexos, contradicciones entre trabajo manual e intelectual, contradicciones con la naturaleza; el tránsito a un nuevo tipo de sociedad humana. Por ello la Revolución Cultural no es un hecho nacional, sino internacional, con manifestaciones específicas en la mayoría de estados capitalistas desarrollados: La GRCP en China, el mayo del 68 francés, movimiento de derechos civiles en USA, procesos de tránsito de las dictaduras a estados democrático burgueses; e incluso los movimientos sociales que se dieron en los países socialistas, en la URSS, en las ex repúblicas soviéticas, los sucesos de Tiananmen, son parte de la Revolución Cultural. El hecho que, en la mayoría de los casos, política e ideológicamente respondan a posiciones liberal burguesas cuando no reaccionarias (la situación en Yugoslavia), no niegan la base objetiva de la Revolución Cultural. Conceptualmente, la Revolución Burguesa Capitalista, que tiene en la Revolución Francesa su máxima referencia histórica, responde a un periodo de transformación social, en la que la burguesía triunfa como clase e impone un nuevo modelo social, económico, político e ideológico: el capitalismo; es la etapa de la “Revolución Cultural Burguesa”. Periodo que abarca desde mediados del siglo XVIII, con el inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra, continúa con la revolución americana, la revolución francesa de 1789, la independencia de las colonias americanas y culmina con las revoluciones europeas de 1848. Todo este periodo se caracteriza por una convulsa y compleja lucha de contrarios, donde, desde sectores de aristocracia feudal, sectores de burguesía mercantil, burguesía industrial, clases campesinas, pequeña burguesía, el proletariado; intentan tomar el control del Estado, para imponer su dominio de clase. Hay situaciones en las que las reaccionarias clases feudales, aristocracia feudal y sectores de burguesía mercantil vinculada al antiguo régimen, imponen su dominio político; son los procesos de “restauración absolutista”, aparentemente son retorno al antiguo régimen, pero en lo esencial, las condiciones objetivas, el imparable desarrollo de la industria capitalista en Europa, hacían inexorable el triunfo de la burguesía industrial, del capitalismo; y esta asesta el golpe definitivo en las revoluciones de 1848-1851. Este es el momento que marca el inicio de un nuevo tipo de revoluciones: las revoluciones proletarias, que impulsaran un nuevo programa de transformación social, el socialismo.

Cual es la peculiaridad de la Revolución Cultural Proletaria, de la revolución comunista; que aquí no hay una clase que pretenda imponer un nuevo modo de producción que responda a su interés (como la burguesía con el capitalismo), aquí hay una clase que tiene que poner las condiciones para su extinción y la de todas las clases; es el interés, no de un sector de la sociedad, sino de toda la sociedad misma. Esto necesariamente genera contradicciones entre sectores del propio proletariado que se resiste a desaparecer. El proletariado es tal, mientras subsista su base objetiva el capitalismo y con el capitalismo la ideología burguesa. El socialismo, es esa base objetiva capitalista que afirma al proletariado como clase. Solo con la superación del socialismo, el proletariado podrá avanzar hacia el comunismo. En el movimiento comunista, ha existido una errónea concepción; errónea por no dialéctica, de que el transito hacia la sociedad comunista era un proceso gradual, desde una sociedad socialista que se desarrollaba hasta alcanzar la sociedad comunista. Por el contrario Mao Tse Tung, desarrolló una concepción materialista dialéctica, en la que este proceso es una lucha de contrarios, donde el comunismo surgirá de la negación del socialismo. Veamos una muy esclarecedora cita de El Imperialismo y La Revolución de Enver Hoxha, en la que cita a Mao Tse Tung:
“Esta misma lógica ha conducido a Mao Tse-tung también a revisar la teoría marxista-leninista sobre las dos fases de la sociedad comunista."La dialéctica nos enseña que el régimen socialista, como fenómeno histórico, desaparecerá un día, del mismo modo que muere la persona, y que el régimen comunista será la negación del socialista. ¿Cómo puede considerarse marxista la aserción según la cual el régimen socialista y también las relaciones de producción y la superestructura del socialismo no desaparecerán? ¿No sería esto un dogma religioso, la teología que predica la eternidad de Dios?" De este modo Mao Tse-tung, al revisar abiertamente la concepción marxista-leninista sobre el socialismo y el comunismo, que en el fondo son dos fases de un mismo tipo, de un mismo orden económico-social, y que se diferencian únicamente por su grado de desarrollo y madurez, presenta el socialismo como algo diametralmente opuesto al comunismo.”
La cita que hace Hoxha de Mao, está extraída de Discursos de una conferencia de secretarios de comités provinciales, municipales y de región autónoma del partido. (Enero de 1957), y aunque la traducción difiere con la del tomo 5 de obras escogidas de Mao:
“Según la dialéctica, del mismo modo que el hombre tiene que morir tarde o temprano, también el sistema socialista, corno fenómeno histórico que es, ha de desaparecer un día, ha de ser negado por el sistema Comunista. Si uno afirmase que nunca desaparecerá el sistema socialista, ni las relaciones de producción y la superestructura socialistas, ¿en dónde habría dejado el marxismo? ¿No equivaldría esto a un dogma religioso, a la teología, que predica la eternidad de Dios?”,
en la cita de Hoxha, vemos claramente las dos concepciones sobre el desarrollo social; una visión gradualista, lineal, idealista y metafísica de la construcción del socialismo y el comunismo (que se desarrolla con la tercera internacional); y la concepción dialéctica, contradictoria entre socialismo y comunismo, que son la base ideológica, conceptual de la GRCP china. Esta es sin lugar a duda, la gran aportación de Mao Tse Tung al pensamiento humano, al desarrollo social de la humanidad. Desde esta perspectiva, explicar la revolución cultural como una revolución dentro de la revolución para evitar la restauración capitalista, obedece a una concepción idealista del desarrollo social. Desde un punto de vista materialista dialéctico, materialista histórico las sociedades se desarrollan por saltos, los saltos suponen lucha de contarios, cambios cualitativos en cuanto a la forma de producir y de relacionarse. Previo a este salto cualitativo, hay periodos de acumulación cuantitativa, que suponen desarrollo social. En dicho periodo, en las sociedades humanas hay lucha de contrarios, es esa lucha de contrarios la que provoca el desarrollo social, y a un determinado nivel de desarrollo social, se produce un salto cualitativo, una transformación profunda de la sociedad. ¿Acaso las leyes objetivas que subyacen en el movimiento de las sociedades humanas a lo largo de la historia, no operan con el proletariado, con el socialismo y el comunismo?. Quien manifieste lo contrario tiene una visión idealista de la historia.

La burguesía, el pensamiento liberal burgués, después de consolidarse como clase dominante, desarrolla una concepción gradualista de la historia, porque el gradualismo supone permanencia de lo existente, la perpetuación de su poder, del capitalismo como único modo de producir posible. Antes del triunfo definitivo de la Revolución Burguesa Capitalista, existió un periodo en el que la burguesía se desarrolla como clase, y desarrolla condiciones objetivas que la lleve al dominio político, ideológico y económico de la sociedad, al control del estado. Ese periodo es el de las Revoluciones Burguesas; triunfantes unas como la holandesa primero, tras vencer al imperio español y expulsarlo de los países bajos, la revolución inglesa de 1648 que triunfa sobre la monarquía y la nobleza feudal. Y otras derrotadas como los movimientos revolucionarios contra la monarquía española (revuelta campesina de Cataluña de 1640) y la Fronda contra la monarquía francesa. La Fronda, se podría considerar un intento de Revolución Burguesa contra el absolutismo en Francia en 1648, pero lo heterogéneo de los sectores implicados y los intereses que representaban: grandes aristócratas feudales, desplazados por el nuevo estado absolutista, que lo que pretendían era recuperar sus privilegios perdidos y amplios sectores del pueblo, campesinos y la emergente burguesía urbana, duramente golpeados por las hambrunas debidas a las malas cosechas y a los impuestos; condenaron el movimiento revolucionario a la derrota. La burguesía francesa adoptó una estrategia distinta a la burguesía inglesa y estableció una alianza con la monarquía absoluta francesa, que le permitió desarrollar sus intereses de clase y las condiciones objetivas para el asalto al poder y el desmantelamiento del estado absolutista en 1789. Políticamente las estrategias de la burguesía holandesa e inglesa son distintas a las estrategias de la burguesía francesa, fundamentalmente por condiciones objetivas de desarrollo de clase y fortaleza del estado absolutista francés. Sin embargo hay algo que es común a estos estados y es el desarrollo del mercantilismo como forma de organización económica. Con características específicas, en los estados en los que la burguesía es quien controla el poder, Holanda e Inglaterra; en los estados en los que la burguesía ha establecido una alianza con el absolutismo, Francia; y el resto de países europeos, en los que la burguesía tiene una escasa influencia y que darán origen a lo que el profesor K. Takahashi, en su esclarecedor artículo del ya clásico debate La Transición del Feudalismo al Capitalismo, ha dado en llamar, según termino de Engels, la “revolución desde arriba”, en la que son los propios estados absolutistas quienes impulsarán el desarrollo del capitalismo (Alemania en Europa y Japón en Oriente, constituyen dos casos particulares). China e India, en esta época, podrían entrar en la categoría de sociedades mercantilistas que no llegarían a desarrollar capitalismo por factores internos, sino por causas externas, el colonialismo de los estados capitalistas europeos. Hay elementos de análisis, que en lo esencial apuntan en ese sentido. El tema requiere un análisis específico, que arroje luz sobre el llamado modo asiático de producción.

El mercantilismo, es la base objetiva del desarrollo de la burguesía como clase, establece las condiciones objetivas para el triunfo del modo de producción burgués: el capitalismo; independientemente de las relaciones de poder que se establezcan en un determinado estado. En Inglaterra y Holanda, donde la lucha de clases llevó a la burguesía al control del Estado, la política mercantilista adquiere un mayor nivel de desarrollo. Sin embargo en Francia, a pesar del estado monárquico absolutista, la burguesía impuso su lógica y desarrolló una amplia política mercantilista, a través de un servidor de Luis XIV, como fue, al que Marx llamaba, el gran Colbert. Un magnífico trabajo de investigación sobre esta época, lo constituye La Epoca Mercantilista, del historiador sueco Eli F. Heckscher. El mercantilismo, es pues feudalismo, eso si una forma superior, desarrollada de feudalismo en el que se mantienen en lo esencial formas feudales de organización social. Al tiempo es capitalismo, porque presupone, mediante el desarrollo del mercantilismo, el triunfo de aquel. El mercantilismo responde a una contradicción, en la que el aspecto feudal, el fundamental, será negado por el otro aspecto que se desarrolla, el capitalista. Los Estados ingles y holandés surgidos de las revoluciones burguesas del siglo XVII, aunque hayan derrotado a las monarquías absolutas, su política comercial tiene un carácter absolutista, es el absolutismo de las burguesías holandesa e inglesa, al imponer su dominio de clase. Así pues, conceptualmente, el absolutismo no solo es aplicable a las monarquías, sino también a las revoluciones burguesas del siglo XVII.

Esa lucha de contrarios en el mercantilismo se agudiza cuando supone un freno al desarrollo de la sociedad. En esta etapa surgen posiciones contrarias y reformadoras del mercantilismo; desde quienes pretendían una vuelta al feudalismo caballeresco, clases aristocráticas feudales desplazadas por el absolutismo, sectores de clase gremiales; sectores de clase con pretensiones reformadoras, vinculadas al estado absolutista, que perpetúen el sistema: aristocracia absolutista, burguesía mercantilista, grandes propietarios terratenientes feudales; y quienes abogaban por un desmantelamiento de todo el sistema; sectores de la pujante burguesía industrial. Entre los reformadores del sistema absolutista, los fisiócratas son críticos con el mercantilismo, representan una superación de este, pero consideran a la agricultura como la mas importante actividad económica, la industria es una actividad secundaria y subordinada a la primera. En lo esencial no supone una ruptura con la base objetiva del feudalismo; el campo. Para los fisiócratas, lo que se conocía de la China del XVIII, constituía un modelo por el que tenían gran admiración. (Como hemos apuntado ya, la sociedad China se la puede considerar un modelo de sociedad mercantilista, que se ajustaría al modelo social de los fisiócratas.). Son las teorías liberal burguesas desarrolladas por Adam Smith, en Riqueza de las Naciones, las que suponen una ruptura política e ideológica con el mercantilismo, con el antiguo régimen; objetivamente estaba en marcha esa ruptura con el desarrollo de la revolución industrial, el capitalismo en Inglaterra y Francia. El pensamiento liberal burgués, representa las posiciones políticas e ideológicas de la emergente y cada vez mas fuerte burguesía industrial, frente a las posiciones de la burguesía comercial, que pretendía perpetuar el sistema mercantilista y de las clases feudales.

Hay un artículo escrito por Marx en 1848, una de esas “perlas doradas”, como el tan denostado “Prologo a la Contribución de la Economía Política”; “La burguesía y la contrarrevolución”, que sintetiza con claridad meridiana, la concepción dialéctica, materialista histórica, marxista de las revoluciones burguesas:
“Conviene no confundir la revolución de Marzo en Prusia con la revolución inglesa de 1648 ni con la francesa de 1789.
En 1648, la burguesía, aliada con la nueva nobleza, luchó contra la monarquía, contra la nobleza feudal y contra la Iglesia dominante.
En 1789, la burguesía, aliada con el pueblo, luchó contra la monarquía, contra la nobleza y contra la Iglesia dominante.
La revolución de 1789 había tenido su prototipo (por lo menos en Europa) únicamente en la revolución de 1648, y la revolución de 1648 lo había tenido únicamente en la sublevación de los Países Bajos contra España. Comparada con su prototipo, cada una de estas revoluciones se había adelantado un siglo, y no sólo en el tiempo, sino también por el contenido.
En ambas revoluciones, la burguesía era la clase que encabezaba realmente el movimiento. El proletariado y las capas de la población urbana que no pertenecían a la burguesía no tenían aún intereses separados de la burguesía o no constituían aún clases o sectores de clase con un desarrollo independiente. Por eso, donde se enfrentaban con la burguesía, como en Francia en 1793 y 1794, luchaban sólo por la realización de los intereses de la burguesía, aunque no a la manera burguesa. Todo el terrorismo francés no fue sino un procedimiento plebeyo para ajustar las cuentas a los enemigos de la burguesía: al absolutismo, al feudalismo y a la pequeña burguesía.
Las revoluciones de 1648 y de 1789 no fueron revoluciones ni inglesa, ni francesa; fueron revoluciones de estilo europeo. No representaban el triunfo de una determinada clase de la sociedad sobre el viejo régimen político; eran la proclamación de un régimen político para la nueva sociedad europea. En ellas había triunfado la burguesía; pero la victoria de la burguesía significaba entonces el triunfo de un nuevo régimen social, el triunfo de la propiedad burguesa sobre la propiedad feudal, de la nación sobre el provincialismo, de la concurrencia sobre los gremios, de la partición sobre el mayorazgo, del sometimiento de la tierra al propietario sobre el sometimiento del propietario a la tierra, de la ilustración sobre la superstición, de la familia sobre el linaje, de la industria sobre la pereza heroica, del derecho burgués sobre los privilegios medievales. La revolución de 1648 fue el triunfo del siglo XVII sobre el XVI, la revolución de 1789 fue el triunfo del siglo XVIII sobre el XVII. Esas revoluciones expresaban mucho más las necesidades del mundo de entonces que las necesidades de aquellas partes del mundo en que se habían desarrollado, es decir, de Inglaterra y Francia.”

En el artículo de Marx, se apuntan ideas que existían en la historiografía de mediados del siglo XIX sobre las revoluciones burguesas, pero Marx les imprime la concepción dialéctica, dinámica de las sociedades humanas. Presenta de manera sintética, las etapas de desarrollo de las Revoluciones Burguesas en Europa y como en función de las condiciones objetivas, del desarrollo del capitalismo y la burguesía, las clases reaccionarias absolutistas pueden llegar a liderar “revoluciones desde arriba”.

El estado es un instrumento de dominación que refleja las condiciones de la lucha de clases. En Inglaterra, tras la revolución de 1648, aunque ha sido derrotada la monarquía absoluta, el Estado sigue siendo feudal, es el resultado de la alianza entre la burguesía, clase dominante y sectores de aristocracia feudal anti absolutista. En Francia, aunque el estado es un instrumento de dominación del la monarquía absoluta, la burguesía, como hemos mencionado, participa en el control y gestión de ese estado. Esta visión dialéctica del Estado en la etapa absolutista, que lo muestra como un órgano de dominación tanto burgués como de la monarquía absoluta, es objeto de controversia entre sectores marxistas; veamos la siguiente cita de El Estado Absolutista de P. Anderson:
“La controversia acerca de la naturaleza histórica de estas monarquías persiste desde que Engels, en una frase célebre, determinó que eran el producto de un equilibrio de clase entre la vieja nobleza y la nueva burguesía urbana: “Sin embargo, por excepción, hay periodos en que las clases en lucha están tan equilibradas (Gleichgewicht halten), que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquia absoluta de los siglos XVII y XVIII, que mantenía a nivel la balanza (gegeneinander balanciert) entre la nobleza y el estado llano” (El origen de la familia la propiedad privada y el Estado). ...Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanentes, un sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado. Todas estas características parecen ser eminentemente capitalistas, y como coinciden con la desaparición de la servidumbre, institución nuclear del promitivo modo de producción feudal en Europa, las descripciones hechas por Marx y Engels del absolutismo como un sistema estatal que representa un equilibrio entre la burguesía y la nobleza, o incluso un dominio abierto del mismo capital, han parecido con mucha frecuencia plausibles. Sin embargo, un estudio más detenido de las estructuras del Estado absolutista en Occidente niega inevitablemente la validez de tales juicios”
Anderson niega la validez de tales juicios por la persistencia de las relaciones feudales en el Estado absolutista; evidentemente si no existiesen relaciones feudales, el estado sería capitalista o esclavista. Anderson no considera que en un determinado estado, en este caso el Estado feudal, hay lucha de contrarios; lucha entre modos de producción distintos y entre las clases que representan dichos modos de producción. Hasta el colapso del sistema feudal, en la etapa de la Edad Media (siglos XIV y XV); el estado es feudal, basado en la servidumbre y con una aristocracia señorial como clase dominante. Tras el derrumbe del sistema feudal “clásico”, comienzan a desarrollarse unas nuevas relaciones de producción, basadas en la economía mercantil. El Estado absolutista es el marco político en el que se desarrolla el nuevo modo de producción y las clases que representa, la burguesía. Es esta situación objetiva de lucha de contrarios entre dos sistemas, dos modos de producción, uno caduco y otro que emerge, con la lucha política e ideológica de dos clases que representan a dichos sistemas, lo que imprime al aparato de dominación, el Estado, ese carácter específico del que hablan Marx y Engels en relación con el Estado Absolutista.

En este trabajo hemos intentado de manera sintética, casi esquemática, exponer un conjunto de ideas fruto del trabajo de investigación multidisciplinar, de los grupos de trabajo de materialismo histórico, de economía política y materialismo dialéctico del Friends Marx Group, con un doble objetivo; establecer unos criterios ideológico metodológicos para el desarrollo de los trabajos de análisis del Friends Marx Group; y dar traslado a quien muestre interés por estos temas, para generar debate y desarrollo de ideas, que permitan superar concepciones erróneas que atenazan el pensamiento revolucionario. Nuestro trabajo no obedece a un interés meramente erudito, de conocer la realidad, de tener una correcta interpretación de la misma. Nuestro objetivo es conocer la realidad para transformarla. De ahí las ideas fundamentales de nuestro análisis, al caracterizar el socialismo, como una etapa de desarrollo del capitalismo, en la que se desarrollan las condiciones objetivas de la nueva sociedad y a la Revolución Cultural, como una etapa en la que se desarrollan las condiciones políticas e ideológicas para el triunfo del comunismo.

15 de septiembre de 2008